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Historias de rutina

Camino por la calle para encontrarme con amigos. Un tipo me agarra del brazo e intenta arrastrarme hacía él. Le grito que me suelte y comienza a vociferar: me llama puta y demás improperios hasta que desaparezco al final de la calle. Es sábado por la noche y estoy en el metro tras terminar de trabajar. Un tipo me lanza besos desde lejos, cambio de lugar y se vuelve a colocar a mi lado. Cuando estoy bajando del vagón intenta besarme y lo aparto de un empujón. Cuando vuelvo para mirarle el tipo me observa fijamente, sin inmutarse. Es temprano. Espero en la parada de autobus. Apenas hay nadie en la calle. Un coche se para justo enfrente y el tipo comienza a hablarme, lo ignoro durante unos minutos y cuando se cansa me grita puta y acelera. Camino en la madrugada y al pasar por un estrecho puente veo enfrente a dos tipos que se esconden detrás de muro. Salto la valla y decido caminar por el otro lado de la acera. Cuando llego a su altura me gritan entre carcajadas que son "inofensivos" y que no me van a hacer "nada".

Eso es el día a día. No lo sufro en exclusiva y me atrevo a decir que no hay ni una sola mujer a la que no le haya ocurrido una situación parecida.

Tampoco es exclusivo de la calle. Ocurre en el mundo laboral, pero a otros niveles. Estoy en el trabajo y me presentan a un señor, adulto con traje y sonrisa generosa. Me mira de arriba a abajo, y treinta segundos más tarde ahí va: ¡Qué mujeres tan guapas se busca tu jefe!

Ahora viene cuando cuento esto a mis amigos hombres, tratando inutilmente de buscar su comprensión, no porque me la nieguen sino porque no pueden verlo desde su perspectiva masculina. Algunos me dicen que es porque "soy muy guapa" a modo de atenuante pero esto no tiene nada que ver con la supuesta hermosura, se trata del respeto. Otros me dicen: trata de no salir a esas horas... ¿Cómo? ¿Que yo debo quedarme en casa para no ser agredida verbal y físicamente por hombres? Por lo visto había toque de queda para las mujeres y yo sin saberlo...

Hablo de París, ciudad europea y cosmopolite, pero podría hablar de cualquier otra ciudad del mundo. Cómico, cuanto menos, cuando algunos hablan de países "subdesarrollados" para denunciar la situación de la mujer.

La palabra "puta" es aquel arma que muchos utilizan, hombres y mujeres, para hostigar y rebajar a la mujer. Por si fuera poco hemos subido en el escalafón de la violencia. En tan sólo una semana dos casos de dos mujeres que han sido amenazadas públicamente por personas que incitan a la violación como "castigo" por ser ¿negras? Es el caso de la militante francesa Rokhaya Diallo y la ministra italiana Cecile Kyenge. Pero sino fuera el color habría otra razón: su nacionalidad, o por su forma de vestir, o porque son rebeldes... Siempre hay una excusa para intentar doblegar a una mujer.

Termino haciendo una confesión: yo siempre he dicho entre mis amigos que no me consideraba feminista, porque a mí me han educado, y así lo he entendido siempre, como una lucha por los derechos humanos al margen del sexo. Tuve incluso una ex pareja que a menudo me reprochaba, a modo de insulto, eres "demasiado feminista". Yo me ofendía y trataba de justificarme. Hoy lo digo alto y claro, soy mujer y feminista. Eso va en nuestros genes.

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