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Érase una vez...

Llegué a este país tratando de alcanzar la quimera europea, esa por la que muchos se quedan varados en las aguas del Mediterráneo y se ahogan entre sueños. Apenas hablaba el idioma pero no tenía muchas más opciones. El país de donde venía era un país plagado de corrupción, sin oportunidades y sin el menor atisbo de que la situación mejorara. Llegué casi con lo puesto, tampoco tenía mucho más. Pero llegaba con la ilusión de quien empieza una nueva aventura, a pesar del vértigo que producía llegar a un nuevo lugar en el que hay que empezar de cero, desde lo más bajo.

En la calle escuchaba constantemente comentarios "¿Por qué no te vuelves a tu país? Aquí no hay nada que hacer". Creen que venimos a robarles, a quitarles sus derechos, a suplantarles... no se dan cuenta de que lo único que queremos es una oportunidad. Para demostrar cuanto valemos, para demostrar que sabemos luchar como ellos.

En los mítines los políticos hablan de nosotros como una "amenaza", parece que en algo se han puesto de acuerdo: no quieren inmigrantes. Eso les haría perder votos. Incluso el gobierno, ese que había prometido dar el derecho de voto a los inmigrantes, ha decidido que no es "prioridad". Esas personas que viven aquí desde hace veinte o treinta años, que han creado su hogar y criado a su familia, no son más que "ciudadanos de segunda". ¿Qué me espera a mí?

Apenas entiendo lo que me dicen, todos son papeles (burocracia lo llaman) y me mandan de un lado a otro. Papeles, papeles, papeles... ¿Qué les pasa a esta gente con los papeles? A pesar de no entender el idioma sé leer en las miradas: el menosprecio, la arrogancia, la burla... Agarran sus bolsos cuando paso por su lado, se quedan en silencio cuando me cruzo con ellos y a veces, aunque pocas, me sonríen tímidamente.

La Comisión Europea ha decidido "la suspensión temporal de la libre circulación de los trabajadores españoles". No entiendo muy bien que quiere decir eso pero un amigo que habla el idioma con más destreza que conocimiento lo ha resumido así "Il faut dégager mon ami" (hay que largarse amigo). Algunos países europeos han decidido tomar esta medida excepcional ante la diáspora que se está produciendo en los países del sur. Ya no pueden acoger más inmigrantes aseguran. Dicen incluso que el incumplimiento de esta medida tendrá consecuencias: detención en centros de internamiento y expulsiones del país. ¿Pero qué puede ser peor que esto? Dormir en la calle, con el miedo constante a que la policía te arreste.

Nadie te ofrece un trabajo. Horas y horas vagando por esta ciudad enorme con apenas unos cuantos currículos. Todos dicen lo mismo: ahora no buscamos a nadie. Otros lo toman sin apenas mirarte a la cara. La gente corre para esquivar la lluvia. Yo ya no tengo razón para correr, ¿a dónde? La lluvia es lo único que me recuerda que sigo vivo, a pesar de sentir que soy tan inservible como estos papeles mojados que se deshacen entre mis manos...

Esta es sólo una breve crónica ficticia, pero no imposible, de lo que podría ocurrir. Nuestros derechos, nuestra dignidad humana parece jugarse en bolsa, donde los brokers deciden cuál es nuestro valor, si somos dignos de este mercado, si merece la pena invertir o cuándo es el mejor momento para deshacerse de nosotros. Tan sólo somos las fichas de este juego.

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